jueves, 22 de marzo de 2012

Que te vaya bonito


If…and the thing is wildly possible…the charge of writing nonsense were ever brought against the author of this brief but instructive poem…”- (“Si…y semejante asunto es frenéticamente posible –se fuera eventualmente a acusar al autor de este breve aunque instructivo poema de escribir dislates…”) (*).


“Tu le connais, lecteur, ce monstre délicat,/ Hypocrite lecteur, -mon semblable, -mon frère!” (“Conoces, lector, a ese monstruo delicado,/ Hipócrita lector, -mi semejante, -mi hermano!”) (**).



Ahora vengo a decirte adiós. ¡Y con qué alivio! No, sólo imagina, no verte más, nunca más ni saber de tu vida. Pero ni saber siquiera que existes. Al fin está claro, luminoso, diáfano, translúcido: estás en el mundo y yo estoy fuera del mundo. A un costado, el más ignoto costado. Y quiero –no, lo que más quiero es- permanecer así y allí. O aquí, a la vera. Pero eso no es lo que más importa: estás en el mundo, sí, y el mundo está dentro tuyo. El mundo mira con tus ojos, habla con tu boca y desde esa oquedad fétida dispara y escupe sus palabras deletéreas, tantea, mancilla y mata con tus manos viscosas. ¿Cómo no estaría feliz –sea lo que sea que se entienda por la tan mentada felicidad- de saberme a salvo ya de tu mirada, de tus palabras, de tus manos? Porque ahora conozco que la mentira viene desde lejos: yo la creí, durante tanto tiempo la creí a pies juntillas. Decía –ya con la boca del mundo, por supuesto- que eras mi prójimo, mi hermano, mi compañero de ruta. Pues bien, todos los simples que creímos eso lo hemos pagado con usura, lo hemos pagado nada menos que con nuestra piel -soy el desollado- nuestra cuota de vida, nuestra modesta esperanza. Ahora sé –pero a ese precio- que no hay prójimo en ninguno y mucho menos dentro tuyo, que no hay hermano ni compañero de camino que valga más que su enunciado y ése no vale nada de nada, que vamos solos, que somos solos y que el camino que desde siempre señalas con tu índice es el camino que el mundo señala con su índice, con su índice de apretar gatillos, de apuntar objetivos (otros prójimos, otros hermanos, otros camaradas), de oprimir botones que descargan bombas, que decretan crisis, que fabrican guerras. Sí, ahora vengo, por fin, a decirte adiós. No te reconozco, no te conozco: eres una pesadilla, un simulacro atroz y perverso: espejo de la misma creación. A orillas de este camino mío que no va a ninguna parte –al menos no a la tuya, no a tu parte- tengo el lujo supremo de carecer de todo pero sobre todo de espejo: así no me veo, no te veo y olvido a la creación nauseabunda. Así pues espero no me veré más, no te veré más (y no viéndote no la veré más). No, no te deseo nada, a tal punto te me has vuelto indiferente. Ni siquiera que ceses. Sí querría –pero de manera vaga, floja, lánguida- que el mundo cesara, que acabara de una buena vez de encarnar en mentiras como tu cara, como mi cara. En mentiras pestilentes como las que brotan y supuran todos los días, a todas horas, de todas las bocas, de todo el arsenal de estaciones de radio, de televisión, de prensa, de redes informáticas, etc., etc., creadas por el mundo y que nos van poco a poco, gota a gota llagando, arrinconando, lacerando, ultimando.


Hace muchos años leí El extranjero de A. Camus. Lo que más me impactó –y tanto que todavía lo recuerdo muy nítidamente- fue la escena en que el extranjero se topa con un viejo y se siente fastidiado. Simplemente porque el viejo está ahí. Cuando lo increpa el viejo le responde: “No le pido nada”. Y acto seguido el extranjero lo mata. Porque sí, por un simple impulso del momento. Difícil decir más claro el valor que tiene una vida en nuestro mundo (y eso desde siempre pero ahora agravado por una insidiosa hipocresía ya sólidamente instalada como instrumento forjador de creencias masivas). Difícil decir más claro lo que es una víctima: “no pido nada”. No, ni siquiera la vida. Y sucumbe sólo porque es víctima. No nos engañemos, no: es víctima como todas las que designa tu-el dedo índice. Aquí porque es un viejo, allá porque es un niño, en otra parte porque es una mujer o un soldado compelido o un mediocre asfixiado en su misma mediocridad y así hasta jamás acabar. ¿Y el verdugo? ¿Los verdugos? No todos son como éste camusiano o al menos y en todo caso creen que tienen otras motivaciones, que pueden ir desde el dinero –mercenarios- hasta el poder y todo lo que pueda ocurrírsele a uno, por demente y disparatado que sea (religiones desde luego y en primer lugar pero incluso un trapo que llaman bandera y con el que se identifican o regiones que nunca han visto y que les dicen son propias o arrebatadas y así ad nauseam…). Porque éste es tu mundo, porque el extranjero mira a través de tus ojos, asesina y devasta con tu propia mano. Un demente, un orate. Pero peligroso, letal. En tu comisión y en tu omisión, cuando matas a quien te importuna o miras a otra parte cuando otro extranjero mata a quien lo importuna. Tú y tu mundo. (y Yo –así en mayúscula como se plantan los ingleses y no con la remilgada falsa modestia de los españoles- sin mundo). No, no hay la más mínima posibilidad de cercanía, de diálogo. ¡Diálogo! Pero ni de cambiar una sola palabra. La que yo dijera sería instantáneamente otra, deformada y envilecida en tus oídos y el vómito que saliera de tu boca –vómito mundano- ya lo conozco de antemano y no me interesa: es el que me sirven todos los días y a toda hora los órganos de difusión e información de tu mundo. No, ciertamente no lo quiero. Proseguiré con mi monólogo, hasta donde me sea posible.



Así que apártate de mí. ¿Qué? ¿Que eres también escritor? No veo la diferencia. ¿Y qué escribes? Ah, crítica literaria. Poemas sobre la cerveza y el fútbol. Cuentos sobre la ciencia ficción. Pero ¿has escrito sobre tus prójimos? ¿Has denunciado siquiera una vez la manipulación, el acoso, la mentira, la estafa, la vaciedad mental y espiritual de este sistema-cloaca? ¿Las complicidades siniestras, las religiones, las iglesias, la destrucción de la naturaleza, el exterminio implacable de seres, humanos, animales, vegetales? Mientras escribes sobre fútbol y ciencia ficción, mientras juegas a volverte cada día más imbécil a lomos de Internet y arrastras en la baba viscosa de tu estela a los cuatro infelices que leen tu soporífera deposición y creen en lo que dices y peor todavía en lo que escribes. Sigue, sigue, mientras puedas. Ya sé, eres escritor o si no eres músico o eres arquitecto o eres traficante de drogas o pintor o artista plástico o vendedor o mendigo. O peor aún: eres ingeniero en sistemas, experto en informática. Tienes tu propia empresa y desde ahí asesoras, vendes basura virtual, infectas todo lo que está a tu alcance con tus tecnologías y tu mentalidad empresaria de mercachifle abyecto. Sí, eres todo eso y tanto más. Y tanto más. Pues bien, éste que eres y todos los demás que eres, que se aparten de mí. Verte, verlos y saberlos envilece aún más este remedo de existencia.





(*)- Lewis Carroll- The hunting of the Snark (An agony in Eight Fits)–Preface, in: The complete illustrated works of Lewis Carroll- Chancellor Press, London, 1984. p.730.


(**)- Charles Baudelaire- Les fleus du mal- Au lecteur- in: Oeuvres complètes- Ed. Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, Bruges, Belgique, 1951.