martes, 27 de septiembre de 2011

En memoria de Vladimir Vyssotsky (*)



Cuando enamorado de tu país y de tu música,



de tu lengua, tus leyendas y tu dolida historia



escuchaba y escuchaba tus canciones, tu voz



áspera y nacida de tus tripas, tu énfasis único



e irónico celebrando la vida y los seres todos



y tu talento en todo y esa arrogante prestancia



presencia vibrante recortada tras el fondo gris



de tu pueblo que al cabo fue tu pedestal y por



ti recuperó sus colores y alegrías. Sí, Volodia,



que caminaste en la cuerda floja durante tu vida



aventada sin control y sin mesura, como un don



de los dioses para consuelo de los otros y para ti



una vela que habías encendido sabiendo que se



consumiría en un soplo pero te llevaría consigo



en su rastro de luz surcando ese cielo atribulado



y maravilloso de la madre Rusia, para siempre.









(*)- de mi libro: Ágrafos -Ed. Amarna, Córdoba, Argentina, 2011.

































jueves, 22 de septiembre de 2011

Homenaje a María Callas (en dos fases).

-I- Frente al mar los rasgados ojos mientras una tenue brisa anima apenas la pared de bambú y papel de arroz encerado; en un biombo un dragón de oro se despereza en su lecho de laca negra; la luna se anticipa en un farol impasible y redondo, gruesas lágrimas ruedan por las empolvadas mejillas de Madama Lucía Mariposa (*) y se deslizan por el cuello del suntuoso kimono en plata y carmesí dejando a su paso finas estrías enharinadas; tintinean las gotas de cristal que adornan los complicados alfileres que ornan y sujetan la masa de endrino pelo dispuesta en tortas sucesivas como una pagoda fantasiosa, humea pausado en la estancia un incensario y tras los ventanales de par en par abiertos canta melancólico el mar e insensiblemente su canción se va confundiendo con el gemido de un violín que aumenta hasta el umbral de la estridencia y repentino desciende hasta apenas la insinuación y la melodía brota y la mujer que mira el mar comienza también a cantar y detrás de la miel, del decorado de cartón, el amaneramiento y los despuntes de sensiblería surge un verdadero, auténtico quejido del ser que perdió su parte complementaria de unidad y se duele ahora de esa escisión. Y como en toda cosmogonía y todo mito su desolación va derivando hacia la esperanza de reintegración un día y hasta él, hasta que alumbre esa aurora bienaventurada nos damos a la muerte abreviando fatigas y sinsabores (va, gioca, gioca): ¡TUNK! La última palabra para el acerado puñal y su magnífica nota al rebotar en el piso.






(*). de mi libro El Bello Sino de Oro, Ed. Alción, Córdoba, Argentina, 2002. pág. 185. El nombre Lucía Mariposa es el de la heroína (por Lucía de Lamermoor y Mma.Butterfly).




II- Ve, juega, juega (**)



Adam está bastante nervioso. Va caminando a paso vivo por las calles de Nueva York, teme llegar retrasado y no es para menos –la ocasión es excepcional: los padres de su novia Helen, estudiante de medicina como él, lo han invitado a la Opera. Así que luciendo sus mejores galas y apresurándose se pregunta inquieto qué papel hará durante la velada ya que jamás en su corta vida (21 años) ha visto una ópera. “Lo mejor –se dice- será permanecer callado, responder sólo cuando se me dirija la palabra y sobre todo no arriesgar comentarios”. En realidad Adam es un estudiante neoyorquino bastante atípico ya que se caracteriza por una generosa dosis de sentido común y temperamento reflexivo heredados por línea materna. En efecto, su madre, a la que no conoció, era japonesa. Ese tipo de mestizaje –su padre es norteamericano de origen inglés- sería, andando el tiempo, bastante común; entonces, en 1918, lo es mucho menos. Adam sólo tiene algunas nociones vagas de su propia historia: sabe que su madre murió al darlo a luz y que su padre regresó con él a los Estados Unidos inmediatamente después. Al poco tiempo volvió a casar con Kate, una compatriota y la única madre que Adam conoció. Nunca se explayaron demasiado respecto de sus viajes y estadías en Japón ni Adam tampoco sintió mayor curiosidad. Pero esta noche sí hubiera querido saber algo más de su tierra natal, su familia materna, las costumbres, tradiciones, etc., porque ello le hubiera permitido lucirse un poco ya que la ópera, según Helen, se basa justamente en un tema japonés (o, al menos, transcurre en ese país). Ella leyó en un periódico que un músico italiano llamado Puccini, estando en Londres en 1900, vio una obra de teatro de un tal Belasco que lo conmovió profundamente y eso a pesar de que no sabía prácticamente ni una palabra de inglés. Esa obra fue pues el punto de partida para la composición de esta ópera que se estrenó en Milán en 1904 y tres años después se representó con gran éxito y la presencia del propio Puccini en el (o la, que sería más apropiado) Metropolitan Opera House, que es justamente adonde se dirige ahora el apuesto y preocupado Adam.






Tras los saludos y formalidades de rigor todos se ubican en sus asientos. Comienza la introducción y casi de inmediato el joven se siente embargado por una emoción desconocida que se va intensificando gradualmente hasta una dolorosa angustia. Como Puccini en Londres él no sabe absolutamente nada de italiano pero puede seguir la obra desde su pura sensibilidad y con el auxilio de los mínimos antecedentes proporcionados por su novia; por lo demás tampoco es de una complicación excesiva.




La protagonista, una muy joven geisha de 15 años llamada Cio-Cio San y conocida como Madama Butterfly se casa (al menos ella así lo cree) con un oficial de la marina norteamericana que la abandona poco después. Tiene un hijo cuya existencia ignora el desaprensivo marino. La acción transcurre en 1897. Tres años después regresa el oficial pero ahora con su nueva esposa norteamericana y enterados de la situación deciden hacerse cargo del niño. Es la propia mujer la que se presenta para solicitarlo; la joven geisha accede al cabo a entregarlo vencida por el argumento de que ellos podrán proporcionarle una vida mejor que la que le podría ofrecer ella. Cio-Cio San, que había esperado durante tanto tiempo ese regreso con la pasión que sólo una adolescente puede sentir se ve entonces privada de pronto de su amante –al que hasta ahora creía su esposo- y de su hijo. Se despide de este último tras un desgarrador conflicto consigo misma y acto seguido se suicida con la ceremonia ritual del harakiri, en un final tan conmovedor como espléndido desde el punto de vista estético y musical.




Pero desde esa noche algo muy sutil, hondo e inquietante se fue instalando insidiosa y tenazmente en la vida de Adam. No consigue olvidar a esa muchacha, a esa casi niña y su destino trágico aun diciéndose y repitiéndose que se trata tan sólo de un personaje operístico totalmente ficticio; le acometen pesadillas y sueños angustiosos. Sobre todo las últimas palabras de despedida al niño le rondan constantemente, hay algo en ellas que es como un remolino vertiginoso que lo atrae y lo mantiene en su vórtice. En ocasiones y súbitamente cree que el sentido o que un sentido está a punto de revelarse pero luego todo se oscurece de nuevo. Ha preguntado a un compañero de facultad hijo de italianos qué significan esas últimas palabras; Mario se las traduce aproximadamente: “Ve, juega, juega”. Pero esto no significa nada. Al cabo se le ocurre, iluminado por una especie de intuición oscura y recóndita, preguntar a su padre cómo es en japonés esa frase. Y cuando éste, un tanto extrañado, se la dice y la repite el joven siente un vahído y un estremecimiento visceral; en su memoria se acaba de encender una señal lejanísima y confusa. Pero su conmoción es tal que ya no puede dudar: ahora sabe, con total certidumbre sabe que con el tiempo llegará a conocer por fin la causa de su desasosiego. Cio-Cio San sigue ocupando su mente y la frase se vuelve más y más familiar; en ocasiones y con un relámpago repentino recuerda cuándo y en qué circunstancias la oyó siendo un niño de apenas tres años de edad. Entonces Adam Pinkerton resuelve que algún día, no muy lejano, partirá a Japón porque allá algo o alguien lo está esperando desde hace mucho y sólo conocerá la paz y el descanso cuando él esté finalmente a su lado para despedirse, esta vez consciente y definitivamente.








(**)- de mi libro: Nacer cada mañana, Ed. Babel, Córdoba, Argentina, 2009. págs. 25-27.


































































viernes, 16 de septiembre de 2011

De los dones divinos (*)



-I-





Pídeme lo que quieras.



Soy el amo del mundo,



el creador de todo, el



dueño de las gemas



de la infancia, de los cobres



del día, del plomo nocturno.



Pídeme y yo te haré el favor



mayor, el del secreto de la vida:



no te concederé nada.





-II-





Y un día cualquiera



agradecerás que te haya negado



el favor que pedías. Y más:



agradecerás y tanto



que también te haya negado



a ti mismo tu propio mismo



para dejarte sin ser con ser



y buscándote extraviado



en una eterna penumbra.









-III-





Y el último don, magnífico



en su simbiosis perfecta



con ése que acabo de darte:





jamás, jamás podrás



encontrarte pero siempre,



a cada instante, como tu misma



respiración acezante



sabrás que te buscas.






(*) de mi libro en elaboración: Poemas exactos, físicos y naturales




































miércoles, 14 de septiembre de 2011

De la energía nuclear

Si bien éste no es desde luego un asunto estrictamente literario sí nos concierne en cambio directa y gravemente a todos. Y como ahora también en el sur de Francia -el país europeo más "nuclearizado"- acaba de producirse otro "problema" que se procura, como de costumbre, minimizar a como dé lugar, transcribo a continuación una suerte de intercambio (antes se hubiera llamado epistolar) que data del periodo inmediatamente posterior a los sucesos en Japón, cuya memoria está más que fresca como para entrar en mayores detalles. Ni qué decir tiene que nunca hubo respuesta de este sueco tan entusiasta partidario de esa fuente de energía. Hay que hacer constar que, mientras tanto, Alemania ha reducido de manera significativa su dependencia a este respecto.




-Aquí va otro sobre el mismo tema y aunque no tengo título alguno en este ámbito sí tengo en cambio el derecho absoluto de hacer mío el principio de que "la política es algo demasiado serio para dejárselo a los políticos" y en la ocurrencia este problema también es demasiado serio para dejárselo a los políticos y a los especialistas, máxime cuando estos últimos ya no tienen a todas luces mucho más que decir al respecto. Así, es evidente que el autor tiene intereses específicos; seguramente algún ingeniero trabajando en una central atómica o algo igualmente parcial. También es evidente que representa a una gran parte de la opinión reiterando argumentos o seudo argumentos que estamos hartos de oir y que se originan en el lobby nuclear (en claro, las empresas y gobiernos que tienen mucho que perder si se llegara a abolir esta energía). Porque en efecto nada dice de los innumerables accidentes e incidentes mayores y menores que no han alcanzado la triste "mediatización" de Chernobil o del actual (por Japón). Nada dice tampoco de la guerra implacable, sórdida y mercenaria por los recursos en vías de extinción del uranio. Nada dice sobre la legítima duda que una y otra vez corresponde plantear: cada accidente ocurre obviamente porque algo no se previó: no se previó la intensidad del sismo, no se previó el tsunami -¿cuántos factores más que hoy no se prevén se verán mañana cuando nuevamente sea tarde? No hay duda de que la humanidad adolece de un eminente impulso suicida -por ello las guerras y demás atrocidades imputables a su sola historia; por ello que cabe esperar, como siempre, que los intereses de un sector prevalecerán una vez más sobre los del conjunto. (Tampoco, aunque sí se ocupa de denostar a los "ambientalistas" dice nada este señor sobre las energías alternativas que se pretenden de alto costo: ¿más alto que el de las actuales centrales nucleares? Esta otra falacia se enarbola para encubrir la política deliberada de destinar recursos cada vez más irrisorios a la investigación y fomento de esa otra generación de energía) Y con el mismo criterio (si cabe semejante término) comparativo también se puede extremar diciendo que el primero que descubrió por azar el fuego se quemó las manos. Es realmente increíble que se sigan empleando estos pobres subterfugios y se niegue redonda, lisa y llanamente la mera realidad que se está viendo, viviendo y padeciendo. Y en conclusión y hablando de padecer sería interesante que este Sr. Andler, sueco, se fuera a vivir unos meses a Japón...dudo que al volver a su país por ahora a salvo siguiera opinando igual.

A continuación el e-mail de referencia:

Para empezar tengo entendido que estos reactores pertenecian a una generacion tecnica algo antigua y en la cual hubieron muchos problemas para permanente perfeccionamiento debido a la presion periodistica y de coyuntura politica, especialmente los del medio ambiente. Ademas estaban diseñados para soportar terremotos de hasta 8.2 en la escala de Richter. El terremoto fue de 9.0, lo que en terminos energeticos significa cerca de mas de 7 veces el poder de las ondas teluricas. La proteccion contra Tsunamis era contra olas de hasta 5 metros de altura. Las olas del tsunami fueron de casi 10 metros de altura, lo que llevo inmediatamente a cortos de circuito en la estructura electrica y para rematarla, los motores de reserva electricos que deberian haber hechado a andar las bombas de agua para refrijeracion estaban tambien ubicadas a 5 metros de altura, es decir fueron totalmente anegadas por las olas, lo que por supuesto llevo a la falta de refrigeracion en el reactor con las consecuencias correspondientes. Nunca han tirado a la piscina un televisor encendido?


Conclusion: Se aprende a patadas! Los proximos reactores tienen que construirse en zonas algo mas altas, en zonas sismicas con peligros de tsunamis, aun cuando sea algo mas caro el bombeo del agua de refrigeracion. Ahora se sabe que en zonas sismicas hay que contruir estas plantas preparadas para sismos de mas de grado 9 en escala de Richter, para lo cual hay que utilizar en la construcion mejores materiales, aceros de mejor calidad que permitan atenuacion y contraposicion a ondas teluricas de tales magnitudes. No hay que pensar solo en las ganancias, sino que hay que hacer mayor esfuerzo en la seguridad.

No me cabe la menor duda que los tecnicos y cientificos nucleares japoneses van a salir adelante poniendo bajo control el estado de los reactores, como tambien que lo sucedido se utilizara en la experiencia mundial para construccion de nuevas plantas.

Alrededor del Mundo hay mas de 400 reactores funcionando y por todos lados hay proyectos: China planea construir alrededor de 20 reactores ademas de los que tienen en funcion, India creo planea o ya estan construyendo 17 reactores. Rusia tiene un amplio plan de desarrollo de la energia nuclear con la construccion de unas 15 a 20 plantas en los proximos años. Solo America Latina con cerca de 500 millones de habitantes cree que la energia electrica se la traera el viejito pascuero, aunque Brasil y Argentina cuentan con algunos reactores. En Peru se discutia la posibilidad de construir uno con ayuda de los argentinos. Chile, se conversa, se discute, y bueno que?

Ahora seguramente se va a aprovechar ampliamente el argumento de estas plantas destruidas para detener el desarrollo de la energia nuclear, especialmente en America Latina, donde se gusta hablar mucho y no es mucho lo que se hace. Lo de otras fuentes de energias renovables, pues si, pero en casos limitados. El futuro de la humanidad esta en la energia nuclear y posteriormente en la energia termonuclear. Aquellos paises que no desarrollen energia nuclear, pues van a tener que comprar electricidad o producirla con plantas que funcionan a carbon, gas, etc con la correspondiente polution del medio ambiente. Desde el punto de vista del medio ambiente son precisamente las plantas nucleares las mas limpias, aun cundo la prensa y la politiqueria internacional lo pinte de otro modo.

Respecto a la radiation, pues considerando las dimensiones de la catastrofe, el daño es minimo. Claro esta que hay que evacuar a los habitantes en un radio de seguridad de unos cuantos quilometros, seguramente 10 km o mas.

Tanto miedo se le tiene a este tipo de tecnologia, cuando mas gente muere en accidentes de trafico, pero no por ello van a prohibir la locomocion automobilista. Cuando recien se empezaron a utilizar las maquinas a vapor murio mucha gente como resultado de las explociones debido a la presion del vapor. Pero eso no detubo el desarrollo de las maquinas a vapor.


Aqui en las fotos que tome en la Central Atomica sueca de Forsmark, hace algun tiempo, estan representados una capsula de Uranio en el centro de la semiesfera, tambien sostenida en la mano de mi hijo, lo que demuestra que es totalmente inofensivo y a la derecha su equivalencia a tres tambores de petroleo y creo cerca de una tonelada de madera a quemar para alcanzar la misma potencia. Entre otras este tipo de Uranium es pobremente enriquecido, alrededor de un 3%, lo que nunca podra llevar a cabo una explocion nuclear, donde se necesita uranium enriquecido hasta mas de un 90%. Lo que se produce es que al faltar la refrigeracion, la reaccion nuclear continua con la correspondiente liberacion de calor, lo que en un momento dado derrite los contenedores y las capsulas. Al aumentar la presion en el reactor en algun momento estallara botando al aire todos los contenidos de la reaccion nuclear, entre ellos el temido Ce.



Guillermo Andler.

e-mail: andler@msi.se



NB: por supuesto he respetado el texto original, con todos sus errores ortográficos y de redacción.

jueves, 8 de septiembre de 2011

El demonio de la analogía (*)




IGITUR o la locura de Elbehnon




En un breve y fascinante texto: Le Démon de l’analogie (1) que comienza así: “¿Cantaron acaso en vuestros labios desconocidas palabras, jirones perversos de una frase absurda?” Mallarmé va siguiendo la trayectoria (desde el significado y la musicalidad) –aparentemente errática- de una frase oída de manera puramente fortuita: “La Pénultième est morte” (“La Penúltima ha muerto –está muerta”) y gradualmente, a fuerza de interrogaciones y asociaciones (con palmas de flores y alas) encalla en su repetición obsesiva y mecánica con la esperanza de silenciar y abolir así su sonoridad y sentido –o sentidos- (deteniéndose particularmente en su estructura, su cadencia y en el “nervio” central: el núcleo “nul” / “nulo”/ ) hasta que de pronto se sorprende ante la vidriera (reflejado en ella) de la tienda de un violero que vende instrumentos antiguos y donde percibe además palmas amarillas y pájaros polvorientos. La simple repetición de una frase totalmente anodina acaba así por abrir la puerta al umbral de lo sobrenatural: “Pero donde se instala la irrecusable intervención de lo sobrenatural y el comienzo de la angustia en la que agoniza mi espíritu…”.




Esta aproximación del poeta simbolista que tanta predilección sentía por el Vathek de Bedford se desarrollará luego y alcanzará su expresión más plena en una exploración de ambición y sentido muy diferentes: su extenso poema en prosa Igitur o la locura de Elbehnon, pero antes de proseguir es menester tener bien presente que la lectura que aquí se propone es, obviamente y por fuerza más convencional, más “lineal” –por así decir- que la glosa o la exégesis propias a la obra poética; se trata, por consiguiente, de una lectura al margen y aquende de la poética porque su interés enfoca centralmente la inspiración “gótica” de este texto, el evidente propósito de Mallarmé de lograr de algún modo la fusión del cuento con tales características (una narración: es decir, una historia al cabo) con este particular tratamiento poético –su música inconfundible y única y su visión que opera al azar de relámpagos súbitos, fogonazos intermitentes que no anulan por cierto la tiniebla que rasgan sino que la complementan y acaban de conferirle su existencia específica.



En esa visión, justamente, radica la médula del conocimiento poético que, a diferencia de los otros, es un don (para la tradición romántica sobre todo: el inmediato predecesor W. Blake, Goethe, Baudelaire, Nerval, Shelley, Byron, Novalis, Hölderlin, etc.) demoníaco debido a la singular aptitud que exige a sus iniciados y adeptos para una percepción y un conocimiento no convencionales, subversivos incluso y preferentemente. Don que se sirve de un sistema mágico de relaciones descubriendo así puntos de contacto remotos e insospechados, similitudes y afinidades ocultas, subterráneas y escandalosas (en la acepción estricta del término: reveladoras): pensamiento analógico, pues, opuesto por definición al pensamiento analítico y es entonces este “demonio de la analogía” el que mutatis mutandis revela al vástago último de un linaje antiquísimo (cuya esencia parece consistir –como la de la humanidad toda- en la precariedad y la fugacidad transitoria; de ahí sin duda ese nombre: Igitur o “mientras tanto”, “por ahora”) el verdadero mundo de los suyos, más allá de este físico (pero no, por cierto, “metafísico” como categoría filosófica) que no obstante se manifiesta por alteraciones y perturbaciones ya sutiles o atroces de ese mismo orden físico. Por lo tanto cuando ya no queda nada más susceptible de ofrecer una explicación plausible de la descomposición y trastocamiento inadmisibles y aterradores que percibe la mirada desde el fondo del espejo (que es mirada a su vez por otra mirada) entonces sólo cabe aceptar y afrontar la irrupción de lo sobrenatural: “où , lorsqu’expira le heurt, et qu’elles se confondirent, rien en effet ne fut plus ouï: que le battement d’ailes absurdes de quelque hôte effrayé de la nuit heurté dans son lourd somme par la clarté et prolongeant sa fuite indéfinie” (“donde, cuando expiró la conmoción y ellas se confundieron nada en efecto se volvió a escuchar: sino un aleteo absurdo de algún huésped asustado de la noche embestido en su pesado sueño por la claridad y prolongando su huída indefinida” (pág. 48).




Ese reducido y acotado espacio físico que es una habitación se convierte pues en otro mundo -¿el otro mundo?- al ser investida por la extrañeza y el desconocimiento. No se puede expresar más cabalmente la entidad que ha adquirido (hablar de personalidad, como en otros casos, no sería excesivo) que con la sola palabra que emplea Mallarmé para indicar que cede y sucumbe bajo una opresión intolerable (como cualquier organismo vivo): “dans une épouvantable sensation d’éternité, en laquelle semblait expirer la chambre” (“en una espantosa sensación de eternidad, en la cual parecía expirar la habitación”- pág. 53. el subrayado es nuestro). Una habitación que expira. Aquí está condensada, de manera magistral, la relación fundamental y característica del género gótico con la morada humana, que es mucho, mucho más que simbiótica: es una identificación absoluta. De ahí el efecto tan logrado y que tiene su asiento en esa necesidad atávica y primaria: el abrigo, el techo, el espacio físico que resguarde y ponga a cubierto de la hostilidad acechante y asechante del mundo exterior y la naturaleza (no la que los cultores del género romántico exaltaban: ésa sublime, grandiosa, imponente o amable en contraposición con la negación y exclusión del clasicismo sino la otra, ingobernable, imprevisible y ciegamente destructora: pánica) y a este respecto traemos ahora a colación un pasaje que puede parecer a primera vista extemporáneo; sin embargo contiene la verdadera esencia (ese recóndito engranaje psicológico) de esta noción que acabamos de exponer: “Tratamos de encontrar una explicación a este hecho curioso y llegamos a la siguiente conclusión: nuestra conciencia no tenía en absoluto el hábito de asociar una guarida de bambú cubierta de hojas de palma y plátano con un viaje en el mar. No había una armonía natural entre el rodar imponente del océano y la cabañita tejida de palma que danzaba sobre el mar; por consiguiente o bien la cabañita parecía enteramente fuera de lugar entre las olas, o éstas estaban más que fuera de lugar alrededor de la cabañita” (2). (el subrayado es nuestro). Esto en cuanto al aspecto psicológico del hábitat: la casa, la morada –cómo es independiente de la estructura física misma y depende en cambio casi enteramente de la re-creación que se hace en la mente; la reflexión de Heyerdahl resulta ejemplar al describir cómo percibían ellos la balsa con su cabina de mimbre desde el bote de goma y cómo cuando se hallaban a bordo. Aquí queda pues en evidencia ese puro efecto psicológico porque se lo ha reducido a su mínima expresión. Y junto a ese aspecto reconfortante y de refugio o abrigo que brinda esa minúscula choza, a pesar de todo (pues difícilmente haya nada más precario que una estructura de hojas entretejidas y además en medio del océano) está esa doble mirada tan acertadamanete expuesta –la de la exigua superficie (la balsa) que la percibe como la casa aunque en situación tan anómala, dislocada (rodeada de agua) y la que la ve desde el agua, más incongruente y extraña todavía. El secreto de la fórmula gótica en relación con la morada y su largo y sostenido éxito tienen ahí su explicación: la mirada que de pronto desconoce su lugar (refugio) natural y habitual, ése mismo que comienza a mutar y por su sola mutación se vuelve hostil, extraño. La choza en medio de las aguas es la única protección de los nautas, empero, en cualquier instante puede derivar a otra cosa: irse a pique, ser barrida por las olas, volverse una trampa espantosa y mortal, volverse el horror mismo, en una palabra convertirse en la habitación que expira.



“-para que la sombra última se complaciera mirándose en su propia mismidad y se reconociera en la multitud de sus apariciones comprendidas en la estrella nacarada de su nebulosa ciencia sostenida en una mano, y en la chispa de oro del cierre heráldico de su volumen, en la otra; del volumen de sus noches; tales, ahora, viéndose para que ella se vea, ella, pura, la Sombra, vistiendo su última forma a sus pies hollada, tras ella acostada y extendida, y luego, delante suyo, en un pozo, la extensión (copia) de capas de sombra, devuelta a la noche pura, de todas sus noches parecidas aparecidas, capas para siempre separadas de ellas y que sin duda ellas no conocieron –que no es, lo sé, sino la prolongación absurda del ruido del cerrojo de la puerta sepulcral de la que la entrada de este pozo recuerda la puerta.”-



-sombra última: el doble definitivamente constituído.


-multitud (foule) – hollada (qu’elle foule).


-volumen (volume) : cuerpo material de un libro –volumen : 2) corpulencia, bulto de una cosa.


-acostada (couchée) – capas (couches /d’ombre/).


-extendida (étendue) – extensión (l’étendue).


-la copia (cantidad- multitud) de capas de sombra; las sucesivas sombras que al ir viviendo va siendo y dejando de ser el ser.




Ahora se modifica bruscamente el clima –se intensifica todavía más- al pasar de la 3ª. a la 1ª. persona (je): “dans une épouvantable sensation d’éternité, en laquelle semblait expirer la chambre, elle m’apparût comme l’horreur de cette éternité. Et quand je rouvrais les yeux au fond du miroir, je voyais le personnage d’horreur, le fantôme de l’horreur absorber peu à peu ce qui restait de sentiment et de douleur dans la glace, nourrir son horreur des suprêmes frissons des chimères et de l’instabilité des tentures, et se former en raréfiant la glace jusqu’à une pureté inoüie,- jusqu’à ce qu’il se détachât, permanent, de la glace absolument pure, comme pris dans son froid”; (“en una espantosa sensación de eternidad, en la cual parecía expirar la habitación, ella se me apareció como el horror de esa eternidad. Y cuando volvía a abrir los ojos en el fondo del espejo, veía el personaje de horror, el fantasma del horror absorber poco a poco lo que quedaba de sentimiento y dolor en el espejo, alimentar su horror de los supremos estremecimientos de las quimeras y de la inestabilidad de las tapicerías, y formarse rarefaciendo el espejo hasta una pureza inaudita –hasta que se desprendía, permanente, del espejo (hielo) absolutamente puro, como apresado en su frío”-pág. 53.- Se ha procurado restituir –siquiera de manera aproximada- el juego de palabras: espejo-hielo ya que en francés “glace” designa tanto uno como otro y, más aún, para mayor confusión y resonancia poética, también “cristal” o “vidrio”, amén de otras acepciones). Las quimeras aludidas –y esto dicho con toda la debida precaución pero es evidente que Mallarmé de cuando en cuando echa un ancla o un cable a tierra- son las talladas en los muebles (¿qué otra cosa se puede esperar en un mobiliario gótico?) pero se está ya lejos, en realidad, de tales detalles meramente circunstanciales. Conviene más advertir el nuevo personaje que está haciendo su aparición; en efecto, el narrador ha pasado al “otro lado del espejo” y desde su fondo mira –mira la habitación que se transforma pero es a su vez mirado por su doble que acecha desde el mismo fondo del espejo: doble formado por el puro horror (ya que ha suprimido absorbiéndolos el sentimiento y el dolor, es decir los vestigios –la esencia- de la presencia humana captados por la superficie reflejante a lo largo de su permanencia en el cuarto y se nutre de la temblorosa y frágil vida de los objetos –es decir de lo que queda todavía reflejándose) el horror transparente y helado de todo lo exterior (lo extraño) a Igitur.



Nuevamente, tras haber instalado el horror, Mallarmé marca una detención, simula volver a la realidad primera y primaria mediante frases tranquilizadoras como ésta: “rendu instable par la maladie de l’idéalité” (“vuelto inestable por la enfermedad de la idealidad”) o un periodo que también parece restituirlo todo a un comienzo (cualquiera haya sido ese comienzo. Pero en realidad lo importante es fijar la idea de cesura con el proceso desencadenado, no descontrolado –justamente instaurar la noción de que quien narra tiene el poder de controlarlo): “Y cuando cree haber vuelto a ser él, mira fijamente desde su alma el reloj; cuya hora desaparece por el espejo, o va a ocultarse en las cortinas, rebasando en exceso, no dejándolo ni siquiera al tedio que implora y sueña. Impotente del tedio”; como se ve otra vez la diferenciación –la mirada parece haberse recuperado y regresado a su normalidad, lo que desde luego no es más que una tregua engañosa pero necesaria para que al regresar el horror su irrupción sea todavía más desconcertante y aterradora.




Todo este itinerario que va del ser a sí mismo en el marco de una simple y banal, común y corriente habitación, y es ésta su notable originalidad –prescindir del castillo o la morada señorial o la abadía, el cementerio, las ruinas incluso, etc., como los solos lugares donde se pueda manifestar y asentar el horror- llevarlo así desde su apoyatura física a un fenómeno puramente psicológico sin, empero, ceder a la explicación racional (como lo hace, por ejemplo, W. Collins en su cuento Una cama terriblemente extraña que transcurre igualmente en un cuarto pero que acaba resolviéndose por medio de un narcótico y un mecanismo asesino. Por lo tanto, la analogía que queda más inmediata, cercana y obvia es desde luego El Horla de Maupassant). La mirada que se desdobla (“y desdoblada por el equívoco explorado”) él y su Sombra (o el doble) ve entonces la habitación convertirse en un universo distinto que abre a otra(s) realidad(es) y que le revela asimismo sus múltiples y desconocidas personalidades (fases del ser, sombras de la sombra) ya inquietantes, extrañas o francamente aterradoras. Antes y gracias a la duda, al rechazo de la seguridad y la certidumbre (“la abertura de duda nula”) se fue instalando, como se ha visto, el clima propicio: “No me gusta este ruido (¿las pulsaciones de su propio corazón?): esta perfección de mi certeza me incomoda; todo es demasiado claro, la claridad muestra el deseo de una evasión; todo es demasiado luciente, quisiera volver a entrar en mi Sombra increada y anterior y despojar por el pensamiento el disfraz que me ha impuesto la necesidad, de habitar el corazón de esta raza (que escucho latir aquí) solo resto de ambigüedad”.



Las diferentes fases –metamorfosis, revelaciones- del ser representan así el laberinto de la interioridad, los múltiples recodos y revueltas que no conducen a ninguna salida sino hasta que haya sido posible (si llega alguna vez a serlo) identificar e inmovilizar al doble real, es decir, al último (o última sombra), por otro nombre, la muerte: “d’un personnage dont la pensée n’a pas conscience de lui-même, de ma dernière figure, séparée de son personnage par une fraise arachnéenne et qui ne se connaît pas: aussi, maintenant que sa dualité est à jamais séparée, et que je n’ouïs même plus à travers lui le bruit de son progrès, je vais m’oublier à travers lui, et me dissoudre en moi” (“de un personaje cuyo pensamiento no tiene conciencia de sí mismo, de mi último rostro, separado de su personaje por una membrana aracnoide y que no se conoce: entonces ahora que su dualidad está separada para siempre y que ni siquiera escucho ya a través suyo el ruido de su progreso, me voy a olvidar a través suyo y disolverme en mí”).


El poema llega a su término ahora que el último vástago de su raza inmemorial (cada hombre, en sí mismo, a la hora de su muerte) se ha re-conocido definitivamente y está pronto a confundirse con su linaje que lo aguarda; cesa el equívoco y cesa la gratuidad (IV. Le coup de dés: o un présago ensayo exploratorio del experimento mayor que será con idéntico título): “Il ferme le livre –souffle la bougie,- de son souffle qui contenait le hasard: et, croissant les bras, se couche sur les cendres de ses ancêtres” (“Cierra el libro –sopla la vela- de su aliento que contenía el azar: y cruzando los brazos, se acuesta sobre las cenizas de sus ancestros”) y “(V)- Se acuesta en la tumba /…/ Sobre las cenizas de los astros, aquellas indivisas de la familia, estaba el pobre personaje, acostado, después de haber bebido la gota de nada que le falta al mar. (La redoma vacía, locura /”fiole vide, folie”./ ¿todo lo que queda del castillo?). La Nada ausente, queda el castillo de la pureza”.




Igitur ha llegado al término de la locura, la locura de querer descifrar el mundo y a sí mismo, la del alquimista y el mago o la del propio poeta. Queda pues consignada esta señera trayectoria resuelta al cabo en la disolución y la reintegración (“el castillo de la pureza”) y al mismo tiempo, por un sesgo acaso tangencial o paralelo pero no menos significativo el intento conexo valioso y aleccionador que revela y releva de manera deslumbrante el extraordinario potencial de este credo estético gótico susceptible de ser plasmado en tan otras y varias vertientes y formas de expresión.






(*)- de mi libro: Un oscuro esplendor - El doble y el laberinto en la novela gótica- Ed. Babel, Córdoba, Argentina, 2009, págs. 131-136.


(1)-Stéphane Mallarmé –Igitur- Divagations- Un coup de dés- Ed. Gallimard, France, 1976


(2)- Thor Heyerdahl- Kontiki- Ed. Jackson, Buenos Aires, 1952- pág. 169 (el subrayado es nuestro). .


(
























lunes, 5 de septiembre de 2011

Fiat lux (*)






Y estaba ahí y los ojos maravillados


y los ojos embelesados


medían cada milímetro suyo


y todo era perfección.


Y a cada perfección que los ojos


arrobados, extasiados veían


se sumaba la idea confusa


y más y más nítida y lancinante


de ser indignos de ver tanta belleza.


Y no era sólo la belleza absoluta


única, perfecta, perfecta, ya ideal:


era también –y tanto- la luz, la luz


que irradiaba de su adentro


de esos sus ojos gris-celeste


hasta de esos sus mismos labios


y también en torno, en su redor


y que me tocaba, esa luz, esa luz


que tenía dedos de amor palpándome


y esa caricia era como no haber salido


nunca del útero, como el regalo


inapreciable de no haber nacido.




Pero no era sólo para mí, esa luz


era para todos y para todo.


Y para ninguno y ese ninguno


era yo, sí, era yo agonizando


de amor a sus pies, pies perfectos


en su luminosidad perfecta.





(*)- de mi libro en elaboración Poemas exactos, físicos y naturales