jueves, 1 de noviembre de 2012

Los jardines de la Villa d'Este (*)

                                                                       -I-

Surgidos de la mente, creados por la mano
no estaban destinados a morada del hombre
que tan sólo en su mantenimiento los gozó.
Sumidad de ingenio, de arte acrisolado
último refugio de latebrosos huéspedes
que aletargados duermen y ensimismados
en el agua, el silbo, la roca y el mirto
insuflando leves su hálito de antaño
al recortado espacio un aire diáfano
de augustas transparencias habitado.

                                                                         -II-


No los percibe el visitante
desde las amplias terrazas miradores
sorprendido
por la variedad toda del verde
los plateados cursos, los celestes fijos,
algún ocre de clivoso tejado,
los blancos dispersos del mármol y la piedra.
Mas luego al recorrerlos lento
comienza
a penetrarse de su sentido exacto:

lo que era sólo bosque es idea tallada
que le encubría la ubicuidad del agua
y las formas precisas del mármol y la piedra.
La hiedra se prodiga en líneas proyectadas,
se ciñen a un trazado las fuentes y canales
y a un designio esciente obedece el complejo
plan de los errátiles y estrictos laberintos.

Nada es espontáneo y empero todo natural
tocado apenas: logro sutil del artificio
por un potente, eternal sueño sustentado
que en la piedra y el soto, en el sibil y el agua
serenamente sueñan diosas y dioses olvidados.

                                                                         
                                                                           HONTANAL


Realza este espejismo de fronda umbría y zubia
una fugaz imagen de lluvias, de mares aquietados de arena
que evocan con su presencia trasplantadas esfinges
de cuyos senos mana y silba un agua pródiga.

Escoltan las acequias-barandas de escalinatas-sendas
que conducen

a una larga avenida-ringlera en la que alternan
monolitos, lirios y águilas de piedra,
entre los que estallan variables como artificiales fuegos
los mágicos juegos de girándulas
(o hidrogogía en pirotecnia prodigiosa lograda de
llamas y sones acordados).

Más lejos, secretas se ensilvecen las fuentes de
Baco y Proserpina.

En un inminente vuelo retenido, Pegaso con sus alas desplegadas
de su pisada, casco que apenas en la tierra se posa
surge la fuente y es la misma Hipocrene que inspiradora fluye
a través de un mínimo Helicón.
En su silvano santuario, una geoda, la fecunda Diana
nutre de sus múltiples senos los bosques y jardines.

Y en lo alto, origen que se va reflejando en los sucesivos
estanques en que muere:








(*)- De mi libro Crónicas de Meudon, Ed. Mundi, Córdoba, Argentina,1988.


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