sábado, 16 de julio de 2011

Cayetana

Entre programas (zapping) veo en la TV española un comentario sobre el 85º cumpleaños de la duquesa de Alba. Se muestra a Cayetana Fitz-James Stuart con su acompañante y prometido, 25 años menor que ella. Ambos parecen salidos directamente de Los caprichos de Goya. Pero ella, en particular, es una máscara atroz que balbucea y farfulla, con cachetes inflados artificialmente y una mirada desvaída y apagada, de ultratumba. Porque Cayetana, como la llama familiarmente el pueblo español, es en realidad un cadáver insepulto. Que se niega a ser enterrado de una buena vez. Sí, es la imagen más acabada y vívida (aunque este ultimo calificativo parezca aquí fuera de lugar) de la aristocracia española. Y de la aristocracia en general, de cualquier país y de la actualidad. Sus rasgos totalmente degenerados, no sólo por la edad sino por un deterioro más enigmático, acaso genético, revelan, más, ponen de relieve y con efecto especular una degeneración social igual y paralela que sola puede explicar –de algún modo remoto, cavernario y laberíntico- la posibilidad de que sigan existiendo en estos días aberraciones tales como Cayetana y sus pares.

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