domingo, 1 de julio de 2012

De la progenie (*)


“Al no encontrar en la política el freno de otra voz, como en el amor encontraba el freno de otro cuerpo, se abalanzó sobre los ideales con más ingenuidad que planes. Marchó preso y le pegaron (**). Conoció el odio: le gustó más que los ideales, y ya no se separó de él”. (1). Así condensa Jorge Barón Biza el retrato de su padre: Arón en la novela, un hombre cuya primera esposa –aviadora- se mata en un accidente aéreo y a la que dedica un horrendo monumento conmemorativo que evoca el ala de un avión. Conoce luego a su segunda esposa, de sólo 16 años y que será la madre del narrador. Su vida conyugal es tempestuosa, jalonada de múltiples separaciones. En la última entrevista para concluir el divorcio –esta vez definitivo- Arón lanza vitriolo a su esposa destruyéndole el rostro y parte del cuerpo. Poco después se suicida.



La novela (que no es tal sino una autobiografía apenas velada) describe el derrotero atroz, en lo físico y lo moral: la recomposición lenta y laboriosa de ese rostro, y la constante incertidumbre en cuanto a los resultados finales de las diversas operaciones de cirugía en Italia.



Pero esa tragedia sólo comienza. Recuperada hasta cierto punto y tras llevar una vida aparentemente normal durante varios años la madre termina arrojándose al vacío desde un balcón. Y ese doble legado –ese cúmulo de padecimientos y soluciones definitivas acabará por encarnar en el propio narrador- ahora el ser humano real, viviente y sufriente, que al cabo se lanzará también él al vacío desde un elevado piso cerrando así el círculo.



Texto tanto más sobrecogedor por cuanto meramente descriptivo, sin exposición de sentimientos o apenas ni emociones ni mucho menos el menor atisbo de autocompasión. Impresiones y la sensación opresiva de que se narra desde un mundo ya paralelo, estanco, con muy poca o ninguna conexión con el paralelo “de los demás”. El narrador se confiesa alcohólico ¿es ésa su muleta para poder continuar hasta el salto definitivo? Pero la respuesta –la única válida- la conoce y la expone él mismo: “Tarde o temprano yo también seré sólo un texto; no me queda mucho más por hacer. Escribo estas líneas y ese frágil impulso de hacerlo es todo lo que todavía puede llamarse, para mí, “vida” o “acción” o “posibilidades”. (2)







(*)- De mi libro (ya citado en este blog) Faustos fastos
(**)- En la alusión a la tortura padecida por Arón también aquí se cita como responsable al siniestro engendro del siniestro (en lo político) vate nacional: el comisario Lugones. (3)


(1)- Jorge Barón Biza- El desierto y su semilla- Ed. Simurg, Buenos Aires, 1999.-pág. 241.

(2)- J. Barón Biza- op.cit., pág. 245.


(3)- J. Barón Biza- op.cit., pág. 235.















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