lunes, 5 de septiembre de 2011

Fiat lux (*)






Y estaba ahí y los ojos maravillados


y los ojos embelesados


medían cada milímetro suyo


y todo era perfección.


Y a cada perfección que los ojos


arrobados, extasiados veían


se sumaba la idea confusa


y más y más nítida y lancinante


de ser indignos de ver tanta belleza.


Y no era sólo la belleza absoluta


única, perfecta, perfecta, ya ideal:


era también –y tanto- la luz, la luz


que irradiaba de su adentro


de esos sus ojos gris-celeste


hasta de esos sus mismos labios


y también en torno, en su redor


y que me tocaba, esa luz, esa luz


que tenía dedos de amor palpándome


y esa caricia era como no haber salido


nunca del útero, como el regalo


inapreciable de no haber nacido.




Pero no era sólo para mí, esa luz


era para todos y para todo.


Y para ninguno y ese ninguno


era yo, sí, era yo agonizando


de amor a sus pies, pies perfectos


en su luminosidad perfecta.





(*)- de mi libro en elaboración Poemas exactos, físicos y naturales







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