Poesía venezolana: Juan Lizcano (*)
Estas reflexiones se motivan en lo que podría llamarse una experiencia poética distinta. Experiencia determinada, como es obvio, por la lectura de un libro de poemas cuya característica principal consiste en un rechazo frontal a la comodidad del aparato crítico preestablecido: Los nuevos días del poeta venezolano Juan Lizcano. Pero antes de abordar esta obra reciente es oportuno esbozar brevemente el panorama en el que se ha desarrollado.
En efecto, la obra de Lizcano se inscribe en un ambiente altamente propicio. Quien haya seguido con alguna atención el movimiento poético hispanoamericano ha podido advertir el particular desenvolvimiento que tiene hoy en Venezuela. Un índice evidente de esta expansión poética radica en las revistas literarias, considerables en calidad y número: Imagen, Zona Tórrida, Desórdenes, Jakemate, Talud, Zona Franca, En Haa, Punto, Extramuro, K, En Negro, Actual,
En este aspecto pareciera que Venezuela asume gradualmente un carácter central que hasta hace unos años era patrimonio casi exclusivo de países como México y Argentina. En líneas generales (exceptuando trabajos recientes como el de Alfredo Silva Estrada) la última generación poética venezolana no se revela iconoclasta (como se diera en el resurgimiento poético que conoció Argentina en los años 60 o en el del Brasil alrededor del 65, que se caracterizaron por una ruptura total con la expresión tradicional –la revista Diagonal Cero de
Esta característica es notoria en las obras de una avanzada de “refuerzo” que comienza a percibirse detrás de los nombres claves de A. Uslar Pietri, Baica Dávalos o Salvador Garmendia en la narrativa y en la poesía Sucre y Juan Sánchez Peláez, avanzada integrada por los trabajos de José Rafael Muñoz, Caupolicán Ovalles, Eugenio Montejo, Juan Lizcano, A. Rojas Guardia, Juan Pintó, Emira Rodríguez, Lubio Cardozo, José Balsa, Teófilo Tortolero y otros.
Los nuevos días refleja ejemplarmente esta revitalización de la poesía venezolana y la tarea de Lizcano en su conjunto confirma la continuidad creativa que es su nota común. Una decena de títulos poéticos jalonan la inquietud expresiva de Lizcano; desde 8 poemas, en 1939, pasando por Contienda, Del alba al alba, Humano destino, Tierra muerta de sed, Nuevo mundo Orinoco, Rito de sombra, Cármenes, Edad obscura hasta Los nuevos días.
Esta actividad intensa, que abarca igualmente el ámbito de la crítica y la investigación literaria encuentra uno de sus mejores momentos en el libro que nos ocupa. Se ha dicho y repetido que la poesía es una “intuición fundamental” y sin temor a exageración puede verse en ese enunciado una de las claves más acertadas para la comprensión de la naturaleza poética. En efecto, las múltiples connotaciones de esa fórmula –demasiado compleja y extensa para detenernos aquí- nos remiten automáticamente a la idea de la tradición poética y a una visión del mundo –paralela y milenaria- que, a falta de ese desarrollo indispensable que aludimos calificamos provisionalmente como “gnóstica”.
La quiebra de un orden perfecto es la tragedia mayor de la humanidad. El papel de la poesía se sitúa aquí centralmente: el tiempo perfecto que el drama de las cosmogonías arcaicas registra igualmente como
La poesía de Lizcano, los poemas esenciales de Los nuevos días requieren una lectura mucho más atenta y reflexiva que la que habitualmente concedemos a las obras de poesía. Y esto porque aquí no encontramos ningún efectismo, los conceptos deslumbrantes o novedosos y la palabra sonora están ausentes. Sólo la aparente simplicidad del poema desnudado de todo artificio apela directamente a la sensibilidad. Pero esta virtud es al mismo tiempo el riesgo de exigir a la exégesis que salga momentáneamente de su formulismo estereotipado. El hábito de la poesía puede llegar a convertirse así en una técnica crítica negativa cuando el gusto adquirido selecciona y escinde sin apelación el texto poético propuesto.
Como en toda visión esquemática aquí también el peligro radica en esa miopía formal, en el gusto demasiado arraigado que deviene, como decimos, una técnica negativa al aproximar las experiencias que caen más allá de esa óptica. Muy principalmente en este dominio el temperamento de la lengua juega el papel dominante; aunque conscientes de los riesgos del verbalismo nos dejamos, no obstante, llevar muy a menudo por la magia gongorina. Nuestra sangre hispanoamericana está hecha de palabras y la desconfianza hacia el lenguaje no es sino, en gran medida, el disfraz ocasional de la época o la moda: secreta, íntimamente somos el barroco. Este condicionamiento se torna particularmente nefasto cuando no encuentra inmediatamente, desde el primer contacto, la seducción (en cualquiera de sus formas usuales) seducción que muchas veces llega a confundirse con concesión. A esta consideración se debe que preconicemos otro tipo de lectura al abordar un texto como el de Lizcano; único método, a nuestro juicio, válido para eludir el vicio crítico y la trampa de la seducción por una parte y para poder ingresar a este universo cerrado sobre sí mismo y no permanecer en un desconcierto superficial o, lo que es peor, en el engaño inmediato de esa simplicidad aparente por otra. Siguiendo este camino propuesto es posible percibir la diferencia que se revela entre lo que a primera vista habríamos podido catalogar como poesía “intimista” participando simultáneamente de un cierto tono coloquial y el verdadero, auténtico carácter de la expresión de Lizcano como poesía de celebración. Esta diferenciación obedece al deseo de delimitar el clima general de estos poemas y no a un gusto desmesurado por el rótulo o el establecimiento arbitrario de “categorías”. Nos ha parecido oportuno señalar al pasar la distancia y la significación de un acento que no debe ser confundido ni, sobre todo, separado de su alto interés como experiencia.
Una experiencia que sin ser totalmente inédita implica no obstante una apertura que está lejos de haber hecho su camino. Al modo del proceso iniciático Lizcano aborda hoy el umbral “unitivo” –según la terminología de Juan de
(*)- Este artículo se publicó en
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